Nos escondíamos entre los muertos
canjeando la misa del domingo
por otro refugio más benévolo.
Los sepulcros transcurrían inmóviles
los pinos reían hasta llorar sus lágrimas pegajosas
los retratos, las placas, las velas, los epitafios, hasta el propio Marcial
celebraban nuestras piruetas.
A veces andábamos por el camino de San Pedro y Copacabana
más allá de los Cerrillos
cargando mochilas, gomeras, alguien lleva cortaplumas.
Pedaleábamos porque la bici era el mundo.
7 comentarios:
MAGNÍFICO relato.
Qué placer volver a empaparme de tus palabras.
hola! me alegro que te haya gustado, besos!!
Encontrar a gente que escriba poesía y que, además, escriba tan bien, es una señal de que el mundo aún puede ser un lugar para habitar... Me han gustado sobretodo, junto a ésta "A veces" y "Que no pueda disiparse".
Un saludo y mis felicitaciones
Anais
me encanta guille!! hacia mucho que no leia lo que escribías, y la verdad que me parece nuevo, evolucionado... muy muy lindo! congratulaciones!
uy... perdon.. pedrodoba...!
me trajo muchos recuerdos,,,
si, es cierto, la bici era el mundo...y pedaleaba rápido, porque si iba despacio sentia que me caia...
Pero al leerte lo hago despacio y se me vuelva la infancia con una mirada benévola y amorosa. Besos!
Paula
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